¡Bienvenidos al segundo episodio de CNSoluciones Podcast, el espacio donde compartimos historias, reflexiones y experiencias sobre tecnología, innovación y comunidad!
Soy Federico Pereira, y hoy quiero invitarte a recorrer mi propio viaje por la tecnología: desde mis primeros días utilizando los BBS y aprendiendo a fuerza de errores, hasta hoy, trabajando con inteligencia artificial, microservicios y ayudando a otros a encontrar su lugar en este mundo apasionante.
Este episodio es también una invitación a reflexionar juntos sobre el impacto de la tecnología en nuestras vidas, sobre la importancia de mantener viva la curiosidad, y sobre cómo podemos inspirar a las nuevas generaciones a ser más que simples usuarios.
Espero que, al escucharlo, puedas reconocerte en alguna de estas etapas o, quizás, encuentres la motivación para dar tu propio salto hacia lo desconocido.
Los primeros pasos
Mi historia con la informática comenzó en 1989, quizás algo tarde para algunos que ya experimentaban con una Amiga A500 o una Commodore 64. Era un chico curioso, siempre fascinado por las máquinas. Mi vecino y amigo de la infancia, Rodrigo, tenía una computadora AT 286 que le había heredado su padre. Aquella máquina tenía apenas 2 megas de RAM, un disco duro de 50 megas y una disquetera de 5¼. Para muchos, algo modesto; para mí, un portal a otro mundo.
Pasábamos tardes enteras en su departamento, jugando a clásicos como Prince of Persia, Double Dragon, Las Tortugas Ninja, Block out, Tetris. Pero para mí no era solo el juego en sí lo que me llamaba la atención, sino cómo era posible que esas imágenes aparecieran en la pantalla. Me intrigaba ese “detrás de escena” que nadie más parecía notar.
En aquel entonces, los videojuegos los jugábamos en los “fichines”, como les decíamos a las salas recreativas, y tener una computadora en casa era impensable para la mayoría. Por eso, cada vez que podía meter mano en la máquina de Rodrigo, lo hacía. Me quedaba observando cada menú, cada comando, cada mensaje de error, intentando descifrar qué significaba todo eso.
Tiempo después, mi padre decidió darme una sorpresa: me compró mi primera computadora. Era una 486 DX2, primero con un monitor monocromático y luego con uno a color. Para un chico de 11 o 12 años, aquello era un sueño. Lo primero que hice, como cualquier chico de esa edad, fue llenarla de juegos: Alone in the Dark, Monkey Island, Doom, Quake. Pero con el tiempo descubrí que había algo todavía más divertido: romperla y arreglarla.
Borré archivos que no debía, formateé discos por error, me infecté con virus, y muchas veces me quedé con la pantalla negra sin saber qué hacer. Pero en cada error encontraba una lección. Aprender en esa época era un proceso de prueba y error. Con el tiempo, entendí que esos errores eran necesarios para avanzar, y que la paciencia era tan importante como el conocimiento.
El mundo de los BBS
A medida que crecía, mi curiosidad me llevó a descubrir los BBS —los Bulletin Board Systems—. En los 90 no existía nada parecido a lo que hoy damos por hecho: ni redes sociales, ni Google, ni YouTube. Todo se conseguía a base de esfuerzo, y el boca a boca era nuestra mejor fuente de conocimiento. Lo poco que alguien sabía lo guardaba como si fuera oro, y cada pequeño dato o consejo era un tesoro que se compartía con cautela entre quienes realmente lo valoraban.
Conectarse a un BBS era pura magia: una computadora llamando a otra, el modem Robotic chillando en la línea telefónica, y de pronto esa sensación de estar conectado a algo mucho más grande. Yo pasaba horas frente a la pantalla, descargando juegos pixelados, intercambiando mensajes con desconocidos y leyendo los README que acompañaban a los juegos o las instrucciones que a veces escribían quienes los revendían. Todo, absolutamente todo, estaba en inglés… y mi inglés era malísimo, así que descifrar esos textos era como intentar resolver un jeroglífico.
Incluso llegué a jugar partidas remotas de Comand and Cónker contra personas que estaban a kilómetros de distancia, algo impensable para la mayoría en aquella época. Había que coordinar por teléfono, asegurarse de que nadie descolgara en casa y rezar para que la línea aguantara sin cortarse. Pero nada de eso importaba: porque en cada conexión, en cada juego, sentía que formaba parte de una comunidad secreta y apasionada, que, como yo, estaba descubriendo un mundo completamente nuevo a fuerza de curiosidad y paciencia. En ese underground empezó a nacer un alter ego con el alias BaseX, que más tarde se fusionó para convertirse en LordBaseX, un freak obsesionado con la tecnología.
En casa eso causaba algunos conflictos: cada vez que alguien quería usar el teléfono, me gritaban porque la línea estaba ocupada. Y sí, yo era ese chico que ocupaba la línea por horas, convencido de que estaba conectado a algo mucho más grande que yo… La Matrix… aunque en realidad era solo un BBS con 14.4 kbps.
En paralelo, estudiaba en el I.A.C “Instituto Argentino de Computación”, donde aprendí programación con Clipper y FoxPro. Era un instituto donde uno podía orientarse hacia el diseño gráfico o la programación. Yo no lo dudé: elegí programar. Me gustaba esa sensación de resolver problemas como si fueran rompecabezas. Y al salir de clase, volvía a conectarme a los BBS para seguir aprendiendo por mi cuenta.
Allí, en esos sistemas rudimentarios, comprendí que la verdadera magia de la tecnología no estaba solo en usarla, sino en entenderla y, si era posible, mejorarla. Aquellas noches frente a la pantalla, con el chirrido del modem de fondo, forjaron mi vocación.
Y cada vez que alguien me preguntaba por qué me pasaba tantas horas frente a la computadora, mi respuesta era siempre la misma: porque quiero saber cómo funciona todo esto.
El primer encuentro con Linux
Un día, un vecino “Martín” que era diseñador gráfico me instaló por primera vez Linux Mandriva. La emoción duró poco: nada funcionaba como yo esperaba. Los drivers no se instalaban, la tarjeta de sonido no respondía, la configuración era un infierno. Durante meses lo instalé y lo borré, una y otra vez.
No podía entender cómo había gente que usaba esto todos los días, cuando para mí era tan frustrante. Pero la curiosidad siempre fue más fuerte. Por eso, cuando conocí a Facundo Arena —autor de La Biblia de Linux— y tomé un curso con él, todo cambió. Esa fue la tercera vez que lo intenté… y la vencida.
Desde entonces no volví a Windows como sistema principal. Ir a convenciones de Linux me ayudó a conocer gente, a descubrir nuevas distribuciones, y a entender que la dificultad era parte del encanto: cada pequeño logro era motivo de orgullo.
Empecé a acumular anécdotas: cómo logré configurar por primera vez la placa de video, cómo compilé mi primer kernel, cómo instalé Debian desde cero sin entorno gráfico. Eran pequeñas victorias que me enseñaron que nada se obtiene sin esfuerzo.
Esa etapa fue fundamental para entender que la tecnología no es solo una herramienta, sino también un desafío que te hace crecer cada día.
Primeros trabajos
Gracias a esa exposición, alguien me vio con una remera de Debian en el colectivo y me ofreció mi primer trabajo serio, Gracias Felix: configurar un servidor Apache con virtual hosts. Yo no sabía cómo hacerlo, pero acepté el desafío. Me encerré cinco horas frente a la pantalla, buscando, probando, fallando… hasta que lo logré.
De ahí en adelante, mi carrera se fue armando sola. Aprendí Bash, scripting, administración de sistemas. Un día llegó un teléfono con una placa Digium y me dijeron: “Vamos a instalar nuestra primera central telefónica con Asterisk”.
Esa experiencia me marcó profundamente. Pasé semanas investigando, probando configuraciones, y finalmente logré ponerla en funcionamiento. Esa central funcionó durante más de 16 años, y fue la prueba de que podía resolver problemas reales con lo que había aprendido.
También fue la primera vez que vi cómo un conocimiento técnico podía transformar un negocio. Eso me hizo darme cuenta de que había una oportunidad: podía aportar a la comunidad y, al mismo tiempo, construir un proyecto propio.
A partir de ahí, nunca dejé de estudiar, de experimentar y de buscar maneras de hacer las cosas mejor.
Nace DebPBX
Con todo lo aprendido, decidí crear mi propia distribución basada en Debian y Asterisk: DebPBX. Fue un proyecto apasionante. Empezaron a contactarme desde toda Latinoamérica y Estados Unidos para soporte y personalizaciones.
Pero también aprendí que mantener un proyecto open source no es fácil. No siempre recibís ayuda ni reconocimiento. Muchas veces la gente solo consume sin aportar. Pero aun así, valió la pena.
Gracias a DebPBX hice amistades, conocí a mi socio Pablo Miranda, viajé a eventos y aprendí más de lo que jamás imaginé. El proyecto me abrió puertas que ni siquiera sabía que existían.
También me enseñó que la comunidad necesita algo más que código: necesita compromiso, comunicación y colaboración. Esa fue una lección que me acompañó siempre.
Por eso, aunque en algún momento decidí no continuar con DebPBX, nunca dejé de devolver a la comunidad de otras formas.
De open source a soluciones empresariales
Fundé CNSoluciones e IPERFEX con la misma filosofía de siempre: devolver a la comunidad y ayudar a resolver problemas reales. Adaptamos Docker para mantener versiones estables y migramos nuestro backend a Golang para lograr mayor eficiencia y escalabilidad.
Hoy trabajamos con microservicios, API Rest, y hemos separado backend y frontend para dar mayor flexibilidad y rapidez. Cada decisión tecnológica fue tomada con un objetivo: ser más eficientes sin perder calidad.
Trabajar con Docker y Golang no solo mejoró nuestros productos, sino que también nos permitió adaptarnos rápidamente a nuevas necesidades y mantenernos competitivos.
La idea siempre fue la misma: simplificar procesos, automatizar tareas y, sobre todo, aprender algo nuevo en el camino.
Cada cliente, cada proyecto, cada línea de código es una oportunidad para crecer y para enseñar.
El boom de las criptos y la IA
La pandemia nos obligó a reinventarnos. Nos acercamos a las criptomonedas para facilitar cobros y seguir operando. También empezamos a dar cursos y a compartir lo que sabíamos con otros.
Luego llegó la inteligencia artificial, primero como un asistente, ahora como un verdadero agente que trabaja junto a nosotros. Al principio la mirábamos con recelo, pero con el tiempo entendimos que era una herramienta indispensable.
Hoy, la IA no es una moda: es una necesidad. Creo que en 2030 estaremos mucho más integrados con la tecnología. Quizá incluso con interfaces cerebrales y prótesis biónicas más comunes.
La clave está en aprender a convivir con la IA: quien no se familiarice con ella tendrá cada vez más difícil competir. Pero no hay que temerle: siempre habrá un lugar para las personas que sepan pensar, preguntar y resolver.
La IA no reemplaza la creatividad ni la empatía. Nos obliga a evolucionar, a aprender y a ser mejores.
Los jóvenes y la curiosidad
Aquí quiero detenerme. Veo a muchos jóvenes que no tienen la curiosidad que nosotros teníamos. Quieren que las cosas funcionen, pero no les interesa entender cómo.
Esa falta de curiosidad puede volverse una debilidad. Porque en algún momento necesitarán saber qué hay detrás de esa pantalla. Y si no lo saben, dependerán siempre de otros.
Como padres y como comunidad, tenemos la responsabilidad de fomentar esa curiosidad. Enseñarles a equivocarse, a investigar, a preguntarse por qué. Eso es lo mejor que podemos hacer por ellos.
Ayudemos a nuestros hijos a descubrir su propio camino, aunque no sea igual al nuestro. Lo importante es que no pierdan las ganas de aprender.
Porque al final del día, eso es lo que nos mantiene vivos: la curiosidad por lo que viene.
Conclusión: El viaje continúa
Este viaje, desde los BBS hasta la inteligencia artificial, me enseñó que lo más importante es nunca dejar de ser un niño curioso. Equivocarse, volver a intentarlo, y compartir lo aprendido.
Por eso los invito: a crear un proyecto propio, aunque no sepan por dónde empezar. A romper la barrera del miedo a fallar. A salir de la zona de confort y aprender algo nuevo.
La tecnología nos trajo hasta aquí gracias a la curiosidad de quienes se atrevieron a explorar. Sigamos jugando, explorando y construyendo, como cuando nos conectábamos a los BBS para jugar Prince of Persia.
Esto fue todo por hoy en CNSoluciones Podcast.
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Ah, y por cierto… este podcast fue creado con el apoyo de inteligencia artificial, gracias al equipo de IPERFEX, por Federico Pereira y Pablo Miranda.
¡Gracias por escucharnos! Esperamos que esta información te inspire a mantener viva tu curiosidad tecnológica.
Nos encontramos en el próximo episodio, con más historias y reflexiones sobre el mundo de la tecnología.
¡Hasta la próxima!
🎵 Créditos de los Audios
Todos los audios utilizados en este episodio fueron obtenidos de la plataforma:
🌐 Pixabay
📋 Lista de audios:
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🎼 Timelapse Background – Veil of Light
https://pixabay.com/music/upbeat-timelapse-background-veil-of-light-11749/ -
🎼 Inspiring Cinematic Ambient
https://pixabay.com/music/beautiful-plays-inspiring-cinematic-ambient-116199/ -
🎹 Keyboard Typing
https://pixabay.com/sound-effects/keyboard-typing-5997/ -
🎷 Tea for Two – Medley (Public Domain Jazz Standard)
https://pixabay.com/music/traditional-jazz-tea-for-two-medley-public-domain-jazz-standard-11341/